Año nuevo,
ciudad dormida.
Ni un alma
por Villa Unión. No nos acostumbramos aún a los horarios de la provincia. No
sabemos lo que es eso de la siesta. Ni de tener negocios abiertos hasta las
diez, once de la noche.
Entonces,
como esperar un desayuno un primero de enero hasta antes de las diez de la
mañana…si hasta los pájaros duermen.
Mejor
dejamos las Cabañas Valle Colorado y nos vamos a desayunar a Chilecito.
Pero no es
tan corto el viaje por más que el kilometraje de ciudad a ciudad sea bajo, sino
que en el medio de ambos tenemos la Cuesta de Miranda y nuestro primer contacto
con la ruta nacional 40.
A poco de
andar, en una mañana fría y nublada, tras salir de Villa Unión, comenzamos a subir
y nos topamos con un cartel indicándonos que el pavimento finalizaba a unos
escasos metros.
Impactantes
caminos rojizos de la cuesta, donde la cornisa nos acompaño durante todo su
trayecto. Trayecto que varias veces se transformó en una sola calzada y con
piedras testigos en el camino, de desprendimientos de piedras, recién
sucedidos.
Algún
cartel nos indicó que estábamos a 2020 mts. de altura y solo marcaba 13°C el
termómetro del auto.
Cardones
florecidos. Estelas de agua serpenteantes abajo, allá bien abajo. Algún que
otro auto circulando con el mismo destino. Fue la primera cuesta del viaje, nos
esperan dos más, la del Obispo en Salta, y la de Lipán en Jujuy.
Y comienza
la bajada, ya en asfalto. Sañogasta. Chilecito.
Ya habían
pasado las diez de la mañana, estábamos en horario para un buen y reparador
desayuno…pero parece que en Chilecito festejaron hasta tarde el comienzo de
año. No teníamos a quien preguntarle en la calle. Dimos vuelta la ciudad, todo
cerrado, todos encerrados.
Se nos
ocurrió dirigirnos a la hostería del A.C.A. y preguntar si se podría desayunar,
cosa que ocurrió, por suerte, para todos.
Si bien no
estaba prevista la escala en Chilecito decidimos dedicarle unos minutos a
recorrerla y subir al Cristo del Portezuelo.
Un paseo
que al cual le van agregando temas diferentes, que lo hacen muy atractivo.
Según los chicos, subieron doscientos escalones
hasta llegar al Cristo. A los costados de estos, nos encontramos con diferentes
variantes de cardones, distribuidas tal jardín botánico. A su vez encontramos
expresiones artísticas de poblaciones originarias y la estatua de Joaquin V. Gonzalez,
ilustre riojano.
Al bajar
del paseo, el cual cuenta con un funicular, para aquellos que no quieran
ejercitar un poco, me encargue de comprar dos vinos riojanos, que sumados a los
dos sanjuaninos, hacen que mi cava del baúl vaya tomando forma.
Continuamos viaje por la 40 con destino a
Tinogasta. Pasamos por un caserío muy simpático, San Blas de los Sauces, donde
el adobe daba sus primeras apariciones.
Ya en
tierra catamarqueña abandonamos la R.N 40 y nos desviamos por la R.N. 60 donde
estábamos solos, muy solos…
Y llegamos,
y a reencontrarnos con gente conocida que hace más de 35 años que no nos veíamos.
Algo de la música que nos acompaña en el andar...Diana Krall
segun pasan los dias este viaje parece mas hermoso.
ResponderEliminarSigan disfrutando y compartiendonos tan lindoas anecdotas