Y llegamos
a Tinogasta, Catamarca. Casi como de casualidad. La idea era parar en Fiambalá,
pero no encontramos el lugar adecuado.
Y salir desde Villa Unión hasta
Santa María, era demasiado viaje, y más hasta Cafayate.
Busqué en
la web y encontré a Casagrande, un hostal de adobe en esta ciudad inhóspita
para nosotros. Me interesó, pregunté y reservé. Todo el intercambio de mails me
llevó a leer el nombre de la dueña del hostal, una tal Bárbara, de apellido
conocido para mí, y con un cuil que delataba su edad, muy similar a la mía.
Todo cerraba para que sea la hija de aquella familia amiga de mis padres, con
los cuales, hasta compartimos vacaciones de muy pequeños. Mi madre me lo
confirmó. Y por supuesto, lo confirmamos mediante más mails.
Mayor fue
la sorpresa cuando el rencuentro no sólo se produjo con Bárbara como esta
previsto, sino con Susana, su madre, y con Pablo, su hermano.
De
Casagrande que podemos decir, con sólo decir que forma parte de la Ruta del
Adobe, por su historia (albergó a un batallón en época de enfrentamientos entre unitarios y federales) y su
construcción. Todo muy cálido y cuidado hasta el más mínimo detalle.
Todo
contraste con la ciudad, muy pequeña y sin atractivos. Donde la siesta es
sagrada, y la plaza un paso obligado. Por la tarde, al caminar por sus
callecitas, quedó de manifiesto el sentarse en la puesta de la vivienda, para
mirar la gente caminar. Otro detalle a destacar, es como los habitantes de
Tinogasta, como de otras ciudades del norte argentino, nos abren sus casas, a través
de sus ventanas y puertas abiertas.
Al día
siguiente decidimos salir a recorrer la Ruta del Adobe. El primer punto, como
les dije, era el hostal donde estábamos alojados.
Tomamos la
ruta ------ rumbo a Fiambalá. Nuestra primera escala en esta ruta tan atractiva
fue la Iglesia Nuestra Señora de Andacollo, que data de la primera mitad del
siglo XIX.
Unos
kilómetros mas adelante, nos encontramos con la iglesia más antigua de
Catamarca, construida en 1712, la Capilla Nuestras Señora del Rosario.
Ya en la
ciudad de Fiambalá, encontramos la Iglesia de San Pedro, de 1770, y al lado, la
Comandancia de Armas, donde se recrea un conjunto arquitectónico donde se
desarrollaban actividades militares y un conjunto de habitaciones perimetrales.
A pocos
metros hicimos un alto en la Ruta del Adobe para antes de almorzar, darnos una
vueltita por Don Diego, la bodega catamarqueña, que según mi amigo Juan, tiene
el mejor Syrah de la Argentina. Por supuesto, un ejemplar más para la cava
calurosa del baúl del auto.
Hora del
almuerzo, y si de algo nos estamos
acostumbrando en este viaje, es en respetar los horarios de la siesta, y en los
tiempos de espera en los comedores ( o restaurantes, para los porteños).
Fiambalá si
hay algo que no tiene, en un lugar donde almorzar!!!!...nos aconsejaron ir a
las Termas, que en la hostería podríamos almorzar. Hacía allí nos dirigimos por
la ruta del Dakar con cecilia al volante. Llegamos y el encargado nos informa,
que a pesar de ser las 13 horas, la cocinera no había llegado, que seguro algo
le habría pasado, pero pasen a conocer las termas, terminó diciéndonos.
Subimos la
última parte de la trepada, sin estar preparados para las termas, y realmente,
para el próximo viaje, si lo haremos. Muy interesante el sitio donde alguna
vez, dicen, hasta Pavarotti fue de incógnito por sus cualidades curativas.
Por fin,
fuimos a la ciudad de nuevo, donde encontramos un comedor donde almorzamos (una
antigua estación de servicio devenida en restó, atendida por santacruceños).
Al
finalizar el almuerzo, continuamos con la segunda parte de la Ruta del
Adobe. El Oratorio de los Orquera fue la
siguiente etapa.
Ya de nuevo
en Casagrande, un poco de pileta para relajarnos, antes de la cena y de la
última noche en Tinogasta, para partir hacia la ciudad salteña de Cafayate.
Algo más de la música que nos acompaña
Gracias por sus comentarios.
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